domingo, 3 de noviembre de 2013

ATRÉVETE A PENSAR

El siglo XVIII representa un gran cambio, el inicio de una nueva manera de entender el mundo, basada en la cultura, la razón y las posibilidades de las personas. Los pensadores del XVIII imaginaron una nueva sociedad más justa, más libre, que permitiera al hombre alcanzar su felicidad... Nosotros queremos conocer la época, el pensamiento, los avances, para después analizarnos y analizar nuestra sociedad y sacar conclusiones; esto lo haremos, desde Castellano, a partir del trabajo de diferentes textos pertenecientes al Neoclasicismo y a la corriente que romperá con el racionalismo que imperaba en el siglo XVIII, el Romanticismo. Sólo así podremos contestar a cuestiones como si es el mundo en el s.XXI como lo habían imaginado los ilustrados. Pero, para empezar... ¿qué te sugiere esta imagen?



Los apuntes que se adjuntan a continuación (que deberás imprimir y trabajar por tu cuenta) te ayudarán a saber más sobre las dos corrientes literarias (artísticas, en general) que trabajaremos en clase a partir del dossier de textos del Neoclasicismo y del Romanticismo.

lunes, 14 de octubre de 2013

DORMIR ABRAZADA A UN HIPOPÓTAMO (Rosa Montero)

Localiza, en el siguiente artículo, la estructura (tema, tesis, cuerpo argumentativo, conclusión), los argumentos (verdaderos/falsos y racionales/afectivos) y explicita qué tipo de racionamiento sigue (inductivo/deductivo/enmarcado) y, por tanto, cuál es su estructura general (sintética/analítica/circular).
 

 

DORMIR ABRAZADA A UN HIPOPÓTAMO

(Rosa Montero)

Vistos de cerca, todos los individuos somos raros. Vistos de muy cerca, incluso rarísimos. Se podría decir que la rareza es la normalidad del ser humano. Y uno de los entornos que más permiten el florecimiento de la excentricidad y de la manía íntima es, como no podía ser menos, la cama. Pero no la cama como eufemismo de la sexualidad (en eso también se dan ciertas rarezas, pero, contra lo que la gente suele imaginar, me temo que ahí se peca bastante más de monotonía rutinaria), sino la cama de dormir y de sudar las gripes, la cama de los sueños y las pesadillas, el nido elemental, nuestro rebuño de sábanas y mantas, el refugio último del animal que somos.
 
Y así, mi teoría es que la inmensa mayoría de las personas tiene sus rituales y obsesiones a la hora de acostarse. Empezando por el lugar de la cama que ocupamos: al pasar la noche por primera vez con una nueva pareja, siempre hay que cruzarse en algún momento esa pregunta fundamental: ¿duermes a la izquierda o a la derecha? Porque a la mayoría nos fastidia profundamente vernos desalojados de nuestro lado habitual (he aquí la primera incompatibilidad en una relación). Todos poseemos, en fin, pequeñas liturgias que forman parte de nuestra vida secreta, cosas tontas que sin embargo no nos gusta contar, porque son la nuez de nuestro ser privado. Tengo una amiga que, para dormir, tiene que encasquetarse una especie de viejo gorro andino con orejeras. Otra amiga, una escritora latinoamericana buenísima, me acaba de enviar por email esta maravillosa confesión: "Te cuento que yo duermo con: 1) Una almohada entre las rodillas. 2) Tapones para los oídos. 3) Férula de relajación contra el bruxismo. 4) Un HIPOPÓTAMO que abrazo en la noche. 5) Bolsa de agua caliente casi todo el año. Y esto es lo que hay. ¿Es sexy? No, no es sexy, pero es lo que hay. Creo que no podría dormir sin alguna de esas cosas". A decir verdad, es esta carta genial la que me ha dado la idea de escribir un artículo sobre el tema.
Y no se trata solo de extravagancias de mujeres supuesta y tópicamente neuróticas. Conozco a muchos hombres que también están llenos de rituales. Tipos que solo pueden conciliar el sueño si llevan puesto un antifaz (aunque la habitación esté oscura como cueva de oso). O que necesitan vestirse con una colección de camisetas viejas y raídas que cuidan como si fueran un delicado tesoro. ¡O que tienen que tomar un colacao antes de acostarse, como los niños! Mi padre se enrollaba una toalla en los pies, porque siempre los tenía fríos (curioso que no pensara en ponerse calcetines); y luego se cubría la cabeza con la sábana, a modo de pañuelo islámico. Como decía mi amiga la escritora, ¿es esto sexy? Pues no, no lo es. Pero a mi madre nunca pareció molestarle. Eso es el amor, si te paras a pensarlo; el verdadero amor es saber que tu pareja duerme con una toalla en los pies y seguirle queriendo de todas formas. El verdadero amor solo se consigue cuando empezamos a conocer estos pequeños secretos aniñados del otro. Las manías de la cama, que nos retrotraen a nuestro lado más infantil. Más inconsciente, más hondo. Hasta que no sabes cómo duerme de verdad tu amante no has empezado ni a rozar su corazón.
 
Porque muchos engañan, o engañamos (yo también tengo mi manía a la hora de dormir, y desde luego no pienso contarla aquí a los cuatro vientos). Muchos, en el momento de pasar una noche por primera vez con alguien, escondemos nuestro pequeño secreto: el roñoso hipopótamo de peluche, la vieja almohadita que acarreamos a todas partes como si fuera la frazada de Linus, el pañuelo de seda casi desgarrado que necesitamos frotar entre dos dedos para dormirnos, el gorro de lana, los patucos, el antifaz, los tapones para los oídos, el trapo para envolver los pies, las orejeras, el pequeño muñeco de celulosa que tienes que meter bajo la almohada, los guantes, la bufandita al cuello, la bolsa de agua caliente… Y así hasta el infinito. Y sin duda uno de los momentos cruciales del desarrollo de una relación es cuando por fin te atreves a confesar al otro que duermes con una pinza nasal para respirar mejor. ¡Son tan desmitificadores estos rituales! Jefes de Estado que se chupan el dedo para conciliar el sueño, terroristas de Al Qaeda que se acuestan con camellos de trapo… Ah, qué gran investigación sociológica y psicológica sería esa… Desvelar el supremo secreto de nuestras manías nocturnas. ¿Cuál es la tuya? 
 

viernes, 11 de octubre de 2013

ARGUMENTOS... CONTRA LA LOMCE

Este editorial de El País, publicado un día después de la aprobación de la LOMCE,  te será útil para aplicar la teoría sobre el texto argumentativo y sobre los diferentes tipos de argumentos. Lo puedes encontrar, además en el siguiente enlace, que te llevará directamente a la edición digital de este periódico: 

http://elpais.com/elpais/2013/10/10/opinion/1381431446_645047.html

Otra ocasión perdida 

        El ministro Wert saca adelante la Ley de Educación sin lograr el consenso prometido


En su discurso de investidura, el presidente Mariano Rajoy se comprometió a buscar el más amplio consenso posible para redactar una nueva ley educativa destinada a combatir el fracaso escolar. Pero la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa impulsada por el ministro José Ignacio Wert, se aprobó ayer con los únicos votos del PP y las abstenciones de Foro Asturias y UPN. Es un fracaso. La nueva ley no cuenta con los apoyos necesarios para ser duradera y nace con amenaza de fecha de caducidad: la oposición ha anunciado ya que la derogará en cuanto le sea posible.

La de Wert es la séptima ley educativa que se aprueba en democracia y es quizá la que mayor rechazo ha suscitado. Ni las dos huelgas generales convocadas, la última de ellas apoyada por todos los sectores de la comunidad educativa, ni el correctivo del Consejo de Estado han sido capaces de romper la férrea determinación del ministro. La regulación de la materia lingüística augura, además, nuevos focos de conflictividad que hubieran podido evitarse.

España ha perdido una nueva oportunidad de romper la nefasta dinámica que ha imperado hasta ahora: la incapacidad de los sucesivos Gobiernos de pactar un modelo educativo para varias generaciones, lo suficientemente sólido como para perdurar y lo suficientemente flexible como para ir corrigiendo las carencias. A la nueva ley le sobra ideología y le falta elasticidad, todo ello poco adecuado para las exigencias sociales. Resucitar el sistema de reválidas al final de ciclo o adoptar la decisión centralizada de los currículos es volver a un modelo extraño a la actual sociedad del conocimiento.

Es cierto, como pregona el objetivo de la ley, que es necesario introducir cambios que favorezcan y promuevan la cultura del esfuerzo y que mejoren el rendimiento. Pero hay que asegurarse de lograrlo con procedimientos que no pongan en riesgo la equidad social. En el contexto de recortes en el que se aplicará la ley, con más alumnos por clase y menos recursos para atender a los escolares con necesidades educativas especiales, la rígida barrera de las reválidas puede convertirse en un mecanismo de expulsión de los alumnos más desfavorecidos.

Dependiendo de cómo se aplique, la segregación temprana puede convertirse en una forma sacar a los alumnos con más dificultades de los itinerarios marcados. De cómo se articule la nueva formación profesional y los recursos que se le destinen dependerá que sea una vía de integración y no de exclusión social.

El último informe de la OCDE sobre competencias básicas en adultos muestra que los mayores niveles de comprensión lectora se asocian con los mayores niveles salariales, y eso depende de la calidad del sistema educativo y de la formación continuada. Un país no solo necesita élites bien formadas. Para prosperar, necesita que todos sus ciudadanos reciban la mejor educación posible.

lunes, 16 de septiembre de 2013

EL CUENTO (QUIM MONZÓ)

A media tarde el hombre se sienta ante su escritorio, coge una hoja de papel en blanco, la pone en la máquina y empieza a escribir. La frase inicial le sale enseguida. La segunda también. Entre la segunda y la tercera hay unos segundos de duda.

Llena una página, saca la hoja del carro de la máquina y la deja a un lado, con la cara en blanco hacia arriba. A esta primera hoja agrega otra, y luego otra. De vez en cuando relee lo que ha escrito, tacha palabras, cambia el orden de otras dentro de las frases, elimina párrafos, tira hojas enteras a la papelera. De golpe retira la máquina, coge la pila de hojas escritas, la vuelve del derecho y con un bolígrafo tacha, cambia, añade, suprime. Coloca la pila de hojas corregidas a la derecha, vuelve a acercarse la máquina y reescribe la historia de principio a fin. Una vez ha acabado, vuelve a corregirla a mano y a reescribirla a máquina. Ya entrada la noche la relee por enésima vez. Es un cuento. Le gusta mucho. Tanto, que llora de alegría. Es feliz. Tal vez sea el mejor cuento que ha escrito nunca. Le parece casi perfecto. Casi, porque le falta el título. Cuando encuentre el título adecuado será un cuento inmejorable. Medita qué título ponerle. Se le ocurre uno. Lo escribe en una hoja, a ver qué le parece. No acaba de funcionar. Bien mirado, no funciona en absoluto. Lo tacha. Piensa otro. Cuando lo relee también lo tacha.

Todos los títulos que se le ocurren le destrozan el cuento: o son obvios o hacen caer la historia en un surrealismo que rompe la sencillez. O bien son insensateces que lo echan a perder. Por un momento piensa en ponerle Sin Título, pero eso lo estropea todavía más. Piensa también en la posibilidad de realmente no ponerle título, y dejar en blanco el espacio que se le reserva. Pero esta solución es la peor de todas: tal vez haya algún cuento que no necesite título, pero no es éste; éste necesita uno muy preciso: el título que, de cuento casi perfecto, lo convertiría en un cuento perfecto por completo: el mejor que haya escrito nunca.

Al amanecer se da por vencido: no hay ningún título suficientemente perfecto para ese cuento tan perfecto que ningún título es lo bastante bueno para él, lo cual impide que sea perfecto del todo. Resignado (y sabiendo que no puede hacer otra cosa), coge las hojas donde ha escrito el cuento, las rompe por la mitad y rompe cada una de esas mitades por la mitad; y así sucesivamente hasta hacerlo pedazos.

Quim Monzó, El por qué de las cosas

LA VIGENCIA DEL MITO

La tela de Penélope o quién engaña a quién 
[A. Monterroso]  

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas. Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo. De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada. 

Penélope y los sirvientes. J. W. Waterhouse